¡Hola! Soy Anikuni

Todo lo que aqui narro es producto de mi imaginación algo turbada, ya que mi modo de ver la vida es a causa de mis cuatro neuronas: Nací con 2 muertas, la 3ª es la que rige mi vida por completo y la que me permite soñar con un solo objtivo ser la última fan de Johnny Depp ( así sé el lugar que ocupo en la fila) y la 4ª por ir al lado de la 3ª esta contaminada por su genialidad pero aun guarda un gramo de sensatez que me permite seguir viviendo.

Creo que por eso me eche al mar de la osadia o de lo absurdo porque lo que escribo es una recopilación de mis aventuras o más bien de mis travesuras por conseguir mi ansiado autógrafo.

Así pues, dejo testimonio de lo que aquí cuento es tan solo casual.

Para quien le pueda interesar: Así empieza PERIPECIAS DE UNA FAN

lunes, 11 de enero de 2010

COSAS DEL DESTINO


Dios existe. Sí existe y nos baña a todos de felicidad cuando tienes los ojos abiertos a la vida. Me voy a explicar:

Me encontré por puro churro en la premier de Sweeney Todd. en Londres no me preguntéis cómo fue pero cuando me di cuenta estaba dentro de la sala de un gran teatro, ahora no recuerdo el nombre. Daba esquinazo al mogollón de gente que esperaba en hall. En cuanto abrieron la puerta de la sala de proyección esa masa humana empezó a moverse quedando encajonada entre dos personas que por su voluntad me llevaban casi en volandas.

-¡Por favor, no empujen!- en inglés por supuesto, pero la gente no me hacia ni caso. Me di cuenta que la bolsa se quedó sujeta en algo y con gran esfuerzo estiré de ella:

-¡Jolines!- exclamé, haciéndome con la bolsa, continuando mi marcha hasta llegar a un punto donde tuvimos que detenernos. La pura casualidad quiso que topara con la mirada enigmática de Sweeney Todd, la que me obligó a decirle:

-¡Capullo! qué no quería verte, y tú has decidido que era el momento para hacerte una visita- más tarde comprendería la suerte de no ser hombre, lo digo por las manías de Sweeney, claro.

Entré en la sala de proyección, pero el gentío era tal que los acomodadores no daban para más, así que yo misma fui hacia las primeras filas, elegí la primera que se me ocurrió “¡Esta misma!” y me senté. Pasó por mi lado un joven con linterna en mano, a la que iba encendiendo y apagándola, mientras caminaba hacia mí, al verme me llamó la atención:

-Señorita estas filas están reservadas para los actores y gente de producción. Haga el favor de levantarse- me sorprendí

-¡Por supuesto!- de un salto me levanté, con la precaución de mirar a quién le había quitado el asiento. Era el de JD, así que le expliqué al muchacho:

- Ves como éste- señalando el nombre que estaba escrito en el reposacabezas (confieso ser una despistada)- y yo estamos predestinados a encontrarnos. Si no le llamo yo, es él quien lo hace, a su modo-

Lo perseguí por el pequeño corredor enmoquetado hasta llegar al otro extremo situado al lado izquierdo:

- Aquí es- me indicó amablemente. Lo miré sin decirle nada, tan solo me encogí de hombros y tomé asiento. Lo seguí con la mirada repitiéndome para mí que a veces el destino juega a tu favor y hay que jugar con él cuando aparece.

Bueno, pasé el rato viendo cómo la gente se sentaba cuando de repente mi mundo se paró, su mundo se ajuntó con el mío, me vi envuelta en esa música que el amor provoca cuando ves a la persona amada: mi actor entró todo vestido de negro con corbata roja escarlata.

Observé que masticaba chicle, parecía nervioso o que llevaba todo un paquete entero dentro de la boca ya que parecía un rumiante. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue, aparte de lo bueno que estaba, fue si estaría dejando de fumar y lo segundo, si haría bombas con el chicle y no más pasar por mi lado antes de tomar asiento se me quedó mirando haciéndome una y “plas” le queda enganchado un poco de chicle en el bigote. Yo sonreí, e inconscientemente le hice el gesto para que se lo quitara. Él ni corto ni perezoso se lo retiró y tomó asiento. Yo quedé perpleja ante su gesto, acomodándome alegremente en mi butaca.

La película me gustó mucho y sobre todo el humor morboso que la señora Lovett manifestaba a lo largo de la película. Cuando encendieron la luz, me encontré sujeta en la butaca, por el impacto de la última escena de ese río rojo procedente de la yugular del protagonista. A mi compañero de butaca le dije tan solo:

-¡Y ahora, quién se come una hamburguesa!- Permanecí un instante sentada, esperando que lo que estaba vetado para mí saludara a la concurrencia, como lo hizo alzando su mano mientras yo moría de nuevo.

En fin, me encontré esplendorosa por la emoción, primero por haberlo visto ¡y gratis!, así que como soy traviesa inicié de nuevo los votos para tener un buen curriculum como diablo, pecando de vanidad, repitiéndome para mi “Ivan o Elena que mas da. Ellos han de saber la suerte que he tenido con mi niño”.

No más salir me encontré que en el fondo de la sala había unas cabinas telefónicas, me parecieron de los años 20, y allí que me fui para presumir de mi suerte.

Abrí la puerta corredera de la cabina de madera, sentándome en el pequeño asiento empotrado en un lado:

- A ver el número de Elena ya que la E va antes que la I- ojeando las paginas de mi agenda.- Aquí está ya verá lo que es bueno- riéndome ( estaba junto a mi diablo diablito) e incorporándome para empezar a marcar, cuando me abren la puerta y una voz me sugiere que continué con lo que estaba haciendo.

- Pero, pero… ¡qué demonios…!- Exclamé por la intromisión.


-Continúe- alzando la vista hacia mí, allí mismo lo vi, con su corbata escarlata., haciéndome un gesto con la mano para que prosiguiese con mi llamada, tapándose la cabeza. .

A eso que oímos pasos que se nos aproximaban aceleradamente por el corredor, disimulé como si estuviera marcando pero de reojo vigilaba para donde se iban los periodistas con cámara y micro en mano. Pasaron de largo, charlando algo en francés que no pude entender. Saqué la cabeza para comprobar que los perseguidores de mi niño habían sido burlados:

- Se han ido- volví a entrar cogiendo la agenda y poniéndola en mi bolsa cruzada, ya que mi amor verdadero era el centro de mi atención.- ¡Eha! ya se han ido esos pesados- le vi sonreír, diciéndome:

- Gracias, te lo agradezco- juntando sus manos- Me voy- hizo la intención de levantarse pero yo lo paré poniéndole mi mano en su hombro volviéndole a sentar:

- ¡Eh! para el carro, mi amor- Se quedó serio, pero al instante algo le iluminó su cara preguntándome:

- ¿Qué demonios quieres?- le insistí:

-Para el carro: porque favor con favor se paga- él se me quedó mirando con picardía como si indagara:

- ¿No me querrás secuestrar?- me quedé sorprendida

- No JD- de verdad que no se enteraba como lo llamaba, supuse que era como lo llamaban en su intimidad- . A ver dime ¿qué podría hacer una simple mortal con un dios?- él empezó a sentirse divertido contestándome:

- No sé… pedir dinero…- yo negaba con la cabeza cuando le contesté:

- No ,encanto, no me dan tan fuerte. Tú sí que me secuestraste el corazón un buen día, y si me pidieras dinero como rescate, te juro que no te lo pagaría para que hicieras con él lo que te viniera en gana, así yo podría presumir ante el mundo de lo que me haces sentir. – Bajó la mirada porque se sintió conmovido por mis palabras, añadiendo a mi comentario:

- Entonces necesitarás alguna prueba que demuestre al mundo que has estado conmigo- se me iluminó la cara y sin que me lo propusiera le manifesté abiertamente:

- ¡JD un autógrafo!-

-Bien- se incorporó de su asiento dándome la cara, yo al verlo tan pegadito a mí musité “¡Ay Dios!, qué somos de la misma altura”, entonces empecé a canturrear:

- pechito con pechito, carita con carita…- mirándomelo con una carita de pilla (mi diablo diablito de nuevo).Él no me entendía ya que no cantaba ni en inglés, ni en francés, sino en español

-¿Qué cantas?- me preguntó divertido. Ante su proximidad pude sentir su aliento tentador de darle un beso pegamento a esa boquita, pero de repente se abrió de nuevo la puerta corredera de la cabina, lo que provocó mi ira:

-¡joder!- exclamé ya que estaba apunto de darle un besazo a mi actor- ¿Quién se atreve a molestarnos?- nos quedamos mirando a la persona que nos contemplaba apoyada en la puerta:

- Johnny, te estaba buscando- y mirándome le preguntó- ¿Quién es ella?- Jd que no sabía mi nombre me miro:

- ¡Uy! pues no lo sé- sonriendo por la situación tan rocambolesca y dirigiéndose a mí me preguntó por mi nombre:

- Anikuni- y con esfuerzo saqué mi mano entre la bolsa de lona atorada entre los dos para dársela. Él quiso hacer lo mismo pero se vio atrapado lo que le provocó indecisión:

- Ani la bolsa- yo me di cuenta que él no podía moverse por el poco espacio:

- ¡Uy! perdona- agarrándola, la estiré con fuerza para sacar el tapón que había entre los dos, añadiendo con rabia- ¡esta bolsota a veces…! ya está- lográndola. Así pudo moverse mi actor favorito saliendo donde estaba su amigo.

- Bien Ani, creo que te debo una disculpa – lo miré extraña dándome la mano

- ¡Uy!- se la extendí estrechándosela, llevándome al infierno cuando sentí su fuego en forma de beso sobre mis labios. JD se dirigió a su amigo reconocido mundialmente:

- Tim, es Ani, me ha salvado de esos periodistas que tanto me estaban dando la lata- Tim me miraba con cordialidad y al mismo tiempo se sentía divertido diciéndome.

- Gracias mujer por haberlo ayudado- y dirigiéndose a Johnny le dijo- JD tenemos prisa- En ese momento me quede sin sangre de comprobar de nuevo cómo el destino volvía hacer de las suyas, ya que yo era ajena a cómo lo llamaban en realidad sus amigos. Así pues, después de habernos presentado convenientemente nos despedimos de la misma forma pero esta vez tuve cuatro besos: dos de él, y dos de Tim Burton.

Con cara de embelesada los miraba cómo se alejaban cuando de repente ví que se paraban, JD se dio la vuelta mirándome y fue cuando lo más bonito de él apareció: su sonrisa. Yo le sonreí alzando mi mano para decirle adiós, se volvió y siguió camino junto a su amigo.

No tuve ninguna prueba de que estuve con mi niño, ni pensé en recordarle que tenía que darme su autógrafo, sólo suspiré:

-.¡Snifff, sniff!- me dije, y envuelta en su sonrisa me senté en el pequeño banco de la cabina y sin darme cuenta la inspiración vino hacerme compañía al recordarme una canción de Eros Ramazzoti, dedicándosela al aire.

“Fuego en el fuego
son tus ojos dentro de mi,
cuando te veo
sé que entiendo todo de ti.
¿Qué es lo que quieres tú de mí?
¿Qué es lo que buscas tú en mí?
dejas tu huella en mi corazón
Yo te siento así…”

Así me quede yo tal cual con la alegría y con la esperanza marcada de que él me reconoció.
Fin.